ROCIO NOGALES
La definición más exacta de negacionismo en el comportamiento humano es “el rechazo a aceptar una realidad empíricamente verificable”.
Todos hemos escuchado, incluso dicho alguna vez las frases “yo de política no entiendo” “la política no me interesa”. Pero ¿a quién no le interesa su propio futuro?, su bienestar y el de sus seres queridos, una atención sanitaria digna, una educación al alcance de todos, un empleo que nos garantice unos derechos y seguridad laboral lejos de la precariedad eventual, una vivienda… y el largo etc. de derechos básicos y fundamentales que nos promete la Constitución Española.
Dejadme decir que todo eso se consigue únicamente a través de la política, políticas sociales, laborales, económicas, educativas… y justo por malas políticas, es que hemos derivado en este desencanto en la sociedad, hacia el sistema. Personas que se mueven exclusivamente por sus intereses, comportamientos corruptos, garbanzos negros dentro de organizaciones y partidos políticos y tendencia a la privatización de lo público para llenar sus bolsillos a costa de desangrar a una sociedad agonizante.
Todo esto no se combate desde la comodidad del desconocimiento y desinterés ni desde la queja fácil que no lleva a ninguna parte. Esto puede combatirse sólo estando en el mismo plano. Las malas políticas se destruyen con buenas políticas y una sociedad detrás que las respalde y apoye en esta lucha. Se combate desde arriba y para estar arriba se necesita una base sólida, un apoyo de la ciudadanía, una ciudadanía harta, pero todavía incapaz de decir: “¡hasta aquí!”. Mientras observamos el desastre, convencidos de cómo nos gustaría que fuese…, todavía dudamos si ir a votar o no cuando hay elecciones, porque claro, “yo de política no entiendo”.
Es bonita la frase “sólo el pueblo salva al pueblo”, pero totalmente una utopía. El pueblo otorga el poder a los políticos y deja en sus manos su presente y futuro. Si no te gusta, cámbialo, súmate, aporta tus ideas, únete a organizaciones, pero dejemos de intentar salvar al pueblo, ignorando y permitiendo que el que tiene la obligación de hacerlo, no lo haga gracias a nuestro conformismo y resignación.
Todavía es tabú incluso decir a quién votamos, supongo qué de un miedo heredado de nuestra historia reciente. Una historia que ni olvidamos ni perdonamos, pero desde el silencio de casa.
Efectivamente, estamos condenados a que se repita.